Caridad para con los Criminales

Cruces con puesta de Sol
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Fecha
26-04-2018
Duración
00:45:22
Tema
Categoría
Descripción

Caridad para con los Criminales

En Caridad para con los Criminales indicamos como debe ser nuestra conducta con relación a los criminales, resaltando nuestra actitud ante un malhechor cuya vida corre riesgo. Nuestra ante un criminal deberá ser de benevolencia, de amor, de consuelo y ánimo. Si tuviesemos la oportunidad de salvarlo de la muerte, no deberemos desperdiciarla. Él es tan hermano nuestro como el mejor de los hombres.

Caridad para con los Criminales

14. La verdadera caridad es una de las más sublimes enseñanzas que Dios ha impartido al mundo. Entre los verdaderos discípulos de su doctrina debe existir una fraternidad absoluta. Debéis amar a los desdichados, a los criminales, como criaturas de Dios a las cuales se les concederá el perdón y la misericordia si se arrepienten, al igual que se os concederá a vosotros mismos por las faltas que cometéis contra su ley. Pensad que vosotros sois más reprensibles, más culpables que aquellos a quienes rehusáis el perdón y la conmiseración, puesto que muchas veces ellos no conocen a Dios como vosotros lo conocéis, y por eso se les pedirá menos que a vosotros.

No juzguéis, ¡oh!, no juzguéis de ningún modo, queridos amigos, porque el juicio que vosotros pronunciéis os será aplicado aún con mayor severidad, y tenéis necesidad de indulgencia por los pecados que cometéis sin cesar. ¿No sabéis que hay muchas acciones que son crímenes delante del Dios de pureza, y a las que el mundo ni siquiera considera como faltas leves?

La verdadera caridad no consiste solamente en la limosna que dais, ni en las palabras de consuelo con que podéis acompañarla. No, no es solo eso lo que Dios exige de vosotros. La caridad sublime que Jesús enseñó consiste también en la benevolencia que empleéis siempre y en todas las cosas para con vuestro prójimo. Incluso podéis ejercitar esa sublime virtud en relación con seres que no tienen necesidad de vuestras limosnas, pero a quienes las palabras de amor, de consuelo y de estímulo conducirán al Señor.

Se acercan los tiempos, os lo repito, en que la gran fraternidad reinará en este globo, y en que los hombres obedecerán la ley de Cristo, la única ley que constituirá el freno y la esperanza, y conducirá a las almas a la morada de los bienaventurados. Amaos, pues, como los hijos de un mismo padre. No hagáis diferencia entre los otros desdichados, porque Dios quiere que todos sean iguales. No despreciéis a nadie. Dios permite que haya entre vosotros grandes criminales, a fin de que os sirvan de enseñanza. Muy pronto, cuando los hombres sean inducidos a respetar las verdaderas leyes de Dios, ya no habrá necesidad de esas enseñanzas, y todos los Espíritus impuros y rebeldes serán expulsados hacia mundos inferiores, en armonía con sus inclinaciones.

Debéis a aquellos de quienes hablo el socorro de vuestras oraciones: en eso consiste la verdadera caridad. Nunca digáis de un criminal: “Es un miserable. Hay que eliminarlo de la Tierra. La muerte que se le impone es demasiado benigna para un ser de esa calaña". No, no es así como debéis hablar. Contemplad a Jesús, vuestro modelo. ¿Qué diría Él si viese a ese desdichado a su lado? Se compadecería de él. Lo consideraría como un enfermo digno de lástima. Le tendería la mano. Realmente, vosotros no podéis hacer lo mismo que Jesús, pero al menos podéis rogar por ese criminal y asistir a su Espíritu durante los pocos instantes que aún deba pasar en la Tierra. El arrepentimiento puede conmover su corazón, si rogáis con fe. Es vuestro prójimo, al igual que el mejor de los hombres. Su alma descarriada y rebelde fue creada, como la vuestra, para perfeccionarse. Así pues, ayudadlo a salir del cenagal, y orad por él. (Elizabeth de Francia. Le Havre, 1862.)

¿Debemos exponer la vida por un malhechor?

15. Un hombre se encuentra en peligro de muerte. Para salvarle, debemos exponer nuestra vida. Sin embargo, sabemos que ese hombre es un malhechor y que, si lo libráramos de la muerte, podría cometer nuevos crímenes. A pesar de eso, ¿debemos exponernos para salvarla?

Esta es una cuestión muy delicada, que naturalmente puede presentarse al entendimiento. Responderé según mi adelanto moral, pues se trata de saber si se debe exponer la propia vida, incluso por un malhechor. La abnegación es ciega. Del mismo modo que se presta socorro a un enemigo personal, se debe socorrer a un enemigo de la sociedad, en una palabra, a un malhechor. Pues no creáis que ese desgraciado sólo se librará de la muerte. Es probable que se libre de todo su pasado. En efecto, imaginad que en esos breves instantes que le arrebatan los últimos minutos de su vida, ese hombre perdido recapacita acerca de su pasado o, mejor aún, que toda su vida se presenta delante de él. Tal vez la muerte le llegue demasiado pronto, y en ese caso su próxima reencarnación podría ser terrible. ¡Salvadlo, pues, hombres! Vosotros, a quienes la ciencia espirita ha iluminado, ¡salvadlo! Arrojaos para librarlo de su perdición. Y entonces, tal vez, ese hombre, que hubiera muerto blasfemando contra vosotros, se arroje en vuestros brazos. Con todo, no debéis preguntaros si lo hará o no. Id en su auxilio, porque al salvarlo obedecéis a esa voz del corazón que os dice: “Puedes salvarlo. ¡Sálvalo entonces!" (Lamennais. París, 1862.]

Allan kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Cap. XI

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