Contexto Histórico
Las normas tradicionales sobre género y sexualidad, generalmente conocidas como el sistema de género binario, sostenían que solo existían dos géneros (masculino y femenino) y que cada género debía corresponder con el sexo asignado al nacer. Según estas normas, las personas debían seguir roles específicos: los hombres debían ser masculinos, activos y proveedores, mientras que las mujeres debían ser femeninas, pasivas y cuidadoras. Estas expectativas establecían que la orientación sexual “normal” era la heterosexualidad, limitando la diversidad en la identidad de género, la expresión de género y las orientaciones sexo-afectivas.
Estas normas sociales no fueron formalmente establecidas por una persona específica, sino que emergieron de estructuras patriarcales y religiosas que dominaron durante siglos en muchas culturas. Por ejemplo, la Iglesia Católica, a través del Concilio de Trento (1545-1563) en Italia, estableció normas sobre el rol de la mujer en el hogar y el papel del hombre como cabeza de la familia. Este concilio, organizado por el Papa Paulo III para reafirmar valores tradicionales en respuesta a la Reforma Protestante, promovió la idea de la complementariedad de roles en la familia como una estructura divina. Estos roles fueron enseñados en la doctrina católica y, posteriormente, difundidos en las culturas colonizadas por Europa.
A partir de la Revolución Industrial en el siglo XIX, se reforzó la división de roles de género para organizar la sociedad y la familia, así como para asegurar el control social. Durante este período, figuras industriales como Andrew Ure, científico y economista escocés, y Richard Arkwright, fundador de fábricas textiles en Inglaterra, promovieron la idea de que los hombres debían asumir el rol de proveedores en fábricas mientras que las mujeres quedaban relegadas al hogar. Ure, en su obra The Philosophy of Manufactures (1835), contribuyó a consolidar esta estructura laboral patriarcal, que definió las expectativas de género en Europa y América, limitando a las mujeres a roles de apoyo y excluyéndolas de muchos trabajos remunerados.
La medicina, la psicología y el derecho también se alinearon con estas ideas, promoviendo una visión binaria y limitante de género. En el ámbito científico, el médico y sexólogo Richard von Krafft-Ebing ayudó a consolidar la heterosexualidad como “normalidad” en su obra Psychopathia Sexualis (1886), donde patologizaba cualquier comportamiento sexual que no fuera heterosexual y reproductivo. Otros científicos como Sigmund Freud en Austria y Havelock Ellis en el Reino Unido también reforzaron el sistema binario y heterosexual, aunque plantearan matices en sus teorías. Estas ideas, respaldadas por instituciones religiosas, científicas y laborales, perduraron hasta mediados del siglo XX, cuando los movimientos de derechos civiles y feministas comenzaron a cuestionar y deconstruir estas normas rígidas sobre género y sexualidad proponiendo un modelo de género.
Concilio de Trento