Orientación sexo-afectiva
La orientación sexoafectiva se refiere al tipo de atracción sexual, emocional o afectiva que una persona experimenta hacia otras personas. Abarca más que la atracción física, ya que incluye una conexión emocional o romántica. Este concepto ayuda a entender la diversidad de orientaciones más allá de una simple dicotomía y muestra las múltiples formas en que las personas se sienten atraídas hacia los demás.
Uno de los estudios más influyentes en el campo de la orientación sexoafectiva fue la Escala de Kinsey, desarrollada en 1948 por el biólogo estadounidense Alfred Kinsey y su equipo, en el marco del Instituto de Investigación Sexual de la Universidad de Indiana. Kinsey publicó sus hallazgos en los libros Sexual Behavior in the Human Male (1948) y Sexual Behavior in the Human Female (1953), donde documentó que la mayoría de las personas no encajaban exclusivamente en categorías de heterosexualidad u homosexualidad, sino que se distribuían a lo largo de un espectro. La Escala de Kinsey, que va del 0 (exclusivamente heterosexual) al 6 (exclusivamente homosexual), desafió las normas de la época al proponer que la orientación sexual no es rígida ni binaria, sino una gama diversa de experiencias.
Más recientemente, la psicóloga Lisa M. Diamond, desde principios de los 2000, ha investigado la fluidez sexual, particularmente en mujeres, y ha argumentado que la sexualidad puede variar a lo largo de la vida. En su libro Sexual Fluidity: Understanding Women’s Love and Desire (2008), Diamond sostiene que muchas personas, especialmente las mujeres, pueden experimentar cambios en su orientación sexual a lo largo del tiempo, lo cual sugiere que la orientación no es algo completamente fijo. Su trabajo ha sido fundamental para entender la sexualidad humana como algo complejo y personal.
A pesar de los avances en el entendimiento de la orientación sexoafectiva, muchos países siguen estando influenciados por la heteronormatividad, concepto que fue acuñado por la socióloga Gayle Rubin en la década de 1980 y popularizado por la académica Michael Warner en su ensayo Fear of a Queer Planet (1993). La heteronormatividad es el régimen cultural que considera la heterosexualidad como la única orientación legítima, normal y “natural,” dejando a las orientaciones diversas fuera de la norma aceptada. Este sistema ha llevado a una estigmatización y marginación de orientaciones no heterosexuales, a menudo reflejada en políticas, leyes y actitudes sociales.
La diversidad de género y orientación también abre nuevas perspectivas en el ámbito de la paternidad y la gestación. En el caso de los hombres transgénero —personas asignadas como mujeres al nacer pero que se identifican y viven como hombres—, existe la posibilidad de gestar. En una relación entre un hombre cisgénero y un hombre transgénero, por ejemplo, uno de los padres podría ser el gestante, lo que cuestiona las nociones tradicionales de género en la paternidad. Casos como el de Thomas Beatie, un hombre trans estadounidense que se hizo famoso en 2008 al ser uno de los primeros padres gestantes visibles a nivel mediático, ayudan a romper con las nociones de género y rol familiar, mostrando que el género y la biología no son los únicos factores determinantes en la parentalidad.
Finalmente, en la búsqueda de visibilidad e igualdad, tanto colectivos como investigaciones han promovido la normalización y aceptación de todas las orientaciones y expresiones de género. El reconocimiento y respeto por la orientación sexoafectiva de cada persona constituyen pasos esenciales hacia una sociedad que valore la inclusión, la equidad y el respeto.